les contaré el
milagro de Juan Pablo I
Brújula cotidiana,
20-10-2021
22 de julio de
2011: la argentina Candela Giarda, entonces de once años, está entubada en
cuidados intensivos, pesa apenas 19 kilos, padece desde hace meses una
encefalopatía epiléptica aguda, agravada por un estado séptico de
bronconeumonía. “Los médicos advirtieron a la madre que Candela no pasaría la
noche, prediciendo la muerte inminente de su hija”. La Brújula Cotidiana
entrevistó al padre José Dabusti, el sacerdote que la noche del 22 de julio
invitó a la madre de Candela, a la cabecera de la cama de su hija hoy
estudiante universitaria, para pedir la intercesión del papa Albino Luciani.
Presagio que, para asombro de los médicos, condujo a una mejora repentina y
duradera que llevó a la Iglesia a reconocer el milagro.
Ya dio la vuelta
al mundo la noticia del reconocimiento del primer milagro atribuido a la
intercesión del venerable Juan Pablo I (17 de octubre de 1912 - 28 de
septiembre de 1978), el Papa que murió apenas 33 días después de su elección al
Trono de Pedro y que fue el aniversario de su nacimiento este 17 de octubre. El
hecho, que se remonta a 2011, se refiere a una niña argentina, Candela Giarda,
entonces de 11 años y ahora estudiante universitaria, que practica deportes,
asiste a la parroquia, pertenece a un grupo Scout. Tiene una vida normal, como
se dice en estos casos.
El decreto sobre
el milagro que le concierne, promulgado por la Congregación para las Causas de
los Santos tras la autorización del Papa Francisco, lleva la fecha del 13 de
octubre. Último día, como se sabe, del ciclo de apariciones de Nuestra Señora
de Fátima, al que Albino Luciani fue muy devoto. En julio de 1977, poco más de
un año antes de convertirse en Papa, el entonces Patriarca de Venecia se había
encontrado a Carmelo de Coimbra con Sor Lucía dos Santos, quien en una intensa
conversación le había dicho, entre otras cosas, cuál era la única salida a los
problemas de la Iglesia, a saber, la necesidad de tener -como el mismo Luciani
informó- «monjas, sacerdotes y cristianos con cabeza firme. Radical como los
santos: ou tudo ou nada, o todo o nada, si de verdad quieres pertenecer a
Dios”.
Y un santo,
reconocido por la Iglesia, podría algún día ser Juan Pablo I. Mientras tanto,
el decreto del 13 de octubre significa que pronto podrá ser proclamado beato;
solo queda decidir la fecha de la relativa ceremonia. Pero ¿en qué
circunstancias sucedió el milagro? Lo narra el padre José Dabusti a la Brújula
Cotidiana a través de una conversación telefónica, párroco de una parroquia en
Buenos Aires. Él invitó a Roxana, la madre de Candela, en pleno apogeo de una
enfermedad que se había manifestado cuatro meses antes (el 20 de marzo de 2011
los primeros síntomas dolorosos, el 26 de mayo el traslado a la capital
argentina), para pedir la intercesión de Juan Pablo I en el momento más crítico
para la vida de su hija.
Padre José
Dabusti,¿le gustaría explicar de dónde viene su devoción al Papa Luciani y qué
es lo que más le llama la atención de él?
Dos cosas en
particular. Cuando Albino Luciani fue elegido al solio pontificio en 1978, yo
tenía 13 años. Me llamó la atención su alegría y la expresión de su rostro y, además,
su humildad. Desde la adolescencia, he desarrollado un afecto íntimo por Juan
Pablo I, y le rezaba internamente. Y cuando viajaba a Roma, o sabía de gente
que iba allí, siempre les decía que rezaran en la tumba del Papa Luciani.
¿Puede decirnos
cómo y cuándo conoció a Candela Giarda? La niña que recibió el milagro de Juan
Pablo I, ahora de veintiún años.
La conocí en 2011,
cuando vivía en una parroquia de Buenos Aires dedicada a Nuestra Señora,
precisamente a “Nuestra Señora de la Rábida” (del nombre de un célebre convento
franciscano del sur de España, en Andalucía). Cerca de la parroquia hay un
hospital universitario, la Fundación Favaloro, que se especializa en la
atención de alto nivel de enfermedades neurológicas, cardíacas, etc. La
niña, Candela, venía de Paraná, que es una ciudad a 500 kilómetros de Buenos
Aires. Candela fue hospitalizada por una enfermedad muy grave, el Síndrome
Epiléptico por Infección Febril (Fires), con convulsiones repetidas. Y fue
también entubada.
Candela fue
acompañada a Buenos Aires por su madre, ¿correcto?
Sí, su madre,
Roxana, asistía a la parroquia a rezar. A veces nos deteníamos a hablar. La
acompañaba también al hospital y un día le di la unción de los enfermos a su
hija. El 22 de julio de 2011, el estado de Candela era ya muy grave, también
porque mientras tanto había contraído una infección en el hospital, se
encontraba en un estado séptico de bronconeumonía. Los médicos advirtieron a la
madre que Candela no habría superado la noche, prediciendo la inminente muerte
de su hija.
¿Roxana le
advirtió del empeoramiento el 22 de julio?
Sí. Me advirtió de
la situación y la acompañé a la Fundación Favaloro. Mientras estábamos frente a
la pequeña Candela, que para entonces había llegado a pesar apenas 19 kilos,
tuve -no sé cómo decirlo, porque se trata de cosas sobrenaturales- la
inspiración para invitar a su madre a pedir la intercesión de Juan Pablo I para
la curación de Candela. Roxana no conocía la figura del Papa Luciani y
enseguida le conté un poco sobre la historia de Juan Pablo I y el motivo por el
que pedí rezar al Siervo de Dios, la madre y yo rezamos junto a dos enfermeras
de cuidados intensivos. Fue una oración breve, espontánea, no recuerdo las
palabras exactas, se inspiraron en ese momento.
¿Qué pasó después?
Bueno, a la mañana
del día siguiente, el 23 de julio de hace diez años, la madre vino a la
parroquia y me dijo que Candela había sobrevivido la noche y estaba un poco
mejor. En las siguientes horas y días hubo una mejora constante, en un par de
semanas fue extubada y luego, aproximadamente un mes y medio después [5 de
septiembre de 2011, ed] la niña fue dada de alta. Entonces no volví a verla, ni
a ella ni a su madre, porque regresaron a casa.
¿Cuándo las volvió
a ver?
En 2014, todavía
estaba en la misma parroquia de Buenos Aires. Candela ya no era pequeña, ahora
era una adolescente y Roxana quería mostrármela. Habían venido a hacerse un
chequeo en el hospital, el cual hacía periódicamente. Candela era físicamente
otra persona, era evidente que se había recuperado. Caminaba, hablaba
normalmente. Ese encuentro fue una gran emoción para los tres. En ese momento
le dije a la madre que era necesario informar a la Santa Sede de esa
recuperación, porque era un hecho absolutamente extraordinario, milagroso.
Aproximadamente dos o tres meses después los tres nos volvimos a encontrar, en
enero de 2015: Roxana escribió una breve narración para explicar lo sucedido, y
yo hice lo mismo. Tenía un hermano que iba a ir a Roma para un congreso, en el
que estaría presente el Papa Francisco, y por eso se ofreció a entregar nuestra
carta y la historia de lo sucedido al Santo Padre.
Ah, ¿y luego qué?
Dos meses después
me llamaron desde Roma para pedirme más información sobre el caso de Candela. Y
a partir de ahí se inició todo un proceso, con el que se examinó toda la
documentación, la historia clínica, etc. La vice postuladora, Stefania Falasca,
también vino desde Roma para ocuparse de la causa. Mientras tanto, en 2017 se
inició el proceso a nivel diocesano (en Buenos Aires) para el estudio del
milagro. Fueron escuchados varios testigos, enfermeras, médicos; luego se envió
toda la información a Roma para el juicio teológico y, por lo tanto, la
continuación de la comprobación del milagro, que finalizó hace apenas unos días
(el 13 de octubre de 2021), con la autorización del Papa para promulgar el
relativo decreto de reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión del
venerable Juan Pablo I.
¿Nos puede decir
algo más sobre la familia que ha tenido la gracia del milagro y si, en general,
está consciente de los frutos espirituales?
La de Roxana y
Candela es una familia formada en la fe,
se podría decir una fe popular, sencilla, pero con una fuerza impresionante. La
madre da testimonio de esto todo el tiempo, con su confianza en la oración.
Cuando orábamos juntos, ella sabía que Dios estaba obrando, sabía que Candela
no moriría. Ella lo ha dicho muchas veces. Roxana dijo entre otras cosas que
para ella y su hija este milagro significa una nueva vida. Y creo que los
frutos también se pueden ver mirando a las personas que estuvieron involucradas
en el proceso de comprobación del milagro, porque entre éstas también había
médicos no creyentes que quedaron impresionados por los hechos.
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