Luisella Scrosati
Brújula cotidiana,
13-03-2022
Con el primer
artículo del Credo asumimos que Dios existe y afirmamos la unicidad y unidad de
Dios. De este modo también evitamos dos errores: el politeísmo y el dualismo,
por un lado, y el monismo, por otro. El correlato de este artículo de fe es el
primer mandamiento: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”.
PREMISA. No
estamos haciendo un tratado de teología filosófica o sistemática, sino que estamos
dando lecciones de catecismo; por lo tanto, no nos vamos a detener en todas las
implicaciones (aunque ciertamente son muy bellas e importantes) de esta
afirmación según una teología natural o filosófica.
Cuando decimos
“creo en un solo Dios”, vamos directamente al corazón y al soporte de toda
nuestra fe: es decir, creemos que Dios es uno. Es evidente que al hacer esta
afirmación se presupone el llamado preambolum fidei, es decir, un presupuesto
de la razón a este artículo de fe. Este presupuesto es que Dios existe.
La existencia de
Dios propiamente dicha es el objeto del conocimiento humano, como ya hemos
visto en los primeros encuentros: es cierto que Dios puede ser conocido con
certeza a través de la razón humana. Esto no significa que todos los hombres
lleguen a conocer a Dios con certeza a la luz de la razón.
A este respecto,
santo Tomás se preguntaba si lo que se conoce por la razón puede ser creído por
la fe, y nos remitimos en particular a la Somma Theologica, secunda secundae,
quaestio sei, titulada: “Si las verdades de la fe pueden ser objeto de ciencia
o de conocimiento”.
“No es posible que
la misma cosa sea creída y vista por la misma persona, por lo que también es
imposible que sea objeto de ciencia y fe”.
Sin embargo, en la
respuesta a la tercera objeción, santo Tomás dice:
“Ciertas cosas
demostrables se enumeran entre las verdades que hay que creer, no porque sean
objeto de fe para todos, sino porque son prerrequisito de las realidades de la
fe; y es necesario que sean tenidas al menos por fe por parte de quienes no
tienen la demostración de ellas”.
En este sentido,
la existencia de Dios es un requisito absolutamente necesario para la adhesión
a Dios, para creer que Dios es uno; y así, quienes no lo conocen a través del
conocimiento natural pueden conocerlo al menos a través del conocimiento por la
fe.
Hay errores que
son contrarios y diametralmente opuestos, en primer lugar, a este conocimiento
preestablecido, a saber, el conocimiento de la existencia de Dios.
¿Cuáles son estos
errores?
1- ATEÍSMO O
ANTITEÍSMO, que sostiene que se puede llegar a negar racionalmente la
existencia de Dios.
2- AGNOSTICISMO.
El agnosticismo es una afirmación de la incapacidad de la razón humana para
llegar con certeza a la existencia de Dios.
3- TRADICIONALISMO
FIDEÍSTA, que dice que Dios sólo puede ser conocido a través de la revelación
sobrenatural.
Estos tres errores
deben ser rechazados principalmente por la razón, porque hemos visto que la
existencia de Dios puede ser conocida con certeza a través de la razón natural,
aunque no todos los hombres llegan a este conocimiento.
Es igualmente
claro, por tanto, que este primer artículo de fe, “Credo in unum Deo”, no dice
simplemente: “Creo que Dios existe”, sino que implica un movimiento de adhesión
a Dios con todo el ser.
¿Qué queremos
decir cuando decimos “Credo in unum Deum”?
Con esta
expresión, afirmamos la unicidad y la unidad de Dios.
¿Qué es la unidad
de Dios?
La unicidad de
Dios significa que sólo hay un Dios y no más dioses. De manera más técnica,
hablamos de una unidad no de especies, sino de sustancia individual. Si
pensamos en el ser humano, tiene una sola especie –la especie humana- pero al
mismo tiempo no podemos decir que haya una sola sustancia individual en él,
porque cada ser humano tiene una sustancia individual diferente.
En Dios, en
cambio, sólo hay una sustancia individual, el Dios único. ¿Cuál es la
pluralidad que tenemos en Dios? No es la del individuo, sino la de las
personas.
Por ejemplo, en el
Símbolo de San Atanasio se dice que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el
Espíritu Santo es Dios; sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios.
La afirmación de
la unicidad de Dios va acompañada de la de su unidad.
¿Qué significa que
Dios, además de ser único, es uno?
La unidad
podríamos llamarla también simplicidad, en el sentido de que Dios es su propia
naturaleza y, por tanto, es indiviso en sí mismo en sentido metafísico; en la
sustancia divina no hay división, no hay composición, sino que Dios es simple
en sí mismo.
Cuando afirmamos
este artículo de fe, ¿qué estamos excluyendo? Excluimos la pluralidad de la
divinidad que históricamente ha adoptado dos formas:
- La forma
politeísta, es decir, la afirmación de varias divinidades;
- La forma
dualista, es decir, la corriente de pensamiento o religión que sostiene la
existencia de dos principios opuestos en el origen de la realidad, ambos de
naturaleza divina.
ADVERTENCIA: Al
politeísmo y al dualismo no hay que oponer otro error, que es el del monismo.
¿Cuál es la
diferencia entre el monismo y la unicidad de Dios?
Cuando hablamos de
la unicidad de Dios lo hacemos en relación con su sustancia individual; cuando
hablamos de monismo nos referimos a la relación entre Dios y la Creación. Para
el monismo, Dios y las criaturas pertenecen en realidad a la misma naturaleza
o, en cierto modo, a la misma sustancia; no hay diferencia ontológica entre
Dios y la criatura, lo que es claramente falso. Al politeísmo y al dualismo no
se les opone el monismo, sino el concepto de distinción o creación metafísica,
a través de esa categoría filosófica tan importante que es la “participación”.
¿Qué indica el
concepto de participación?
Que es cierto que
la Creación no está totalmente desconectada de Dios, en la medida en que todo
recibe el ser de Dios; pero precisamente en este sentido es también distinta de
Dios, que es el Ser mismo. Las cosas creadas reciben el ser de Dios, que es el
Ser en esencia.
EN CONCLUSIÓN.
Hemos dicho que este artículo de fe –“in unum Deum”- implica ya una adhesión a
Dios y por eso el correlato de este artículo de fe es el primer mandamiento. Es
muy importante entender esta relación: todos los mandamientos tienen que ver
con la vida moral; pero no son la expresión de un moralismo cerrado en sí
mismo, sino que son la expresión de una vida moral profundamente teológica, es
decir, vinculada a Dios y a la expresión de nuestra fe. Cuando se habla de los
mandamientos, y en este caso del primer mandamiento, no se habla de una actitud
a adoptar sino de la traducción concreta, de la respuesta del hombre a Dios que
se revela:
Dios se revela
como un único Dios, y el hombre responde a Dios aceptando su primer
mandamiento: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario