primero el anuncio
y luego la doctrina
Stefano Fontana
Brújula cotidiana,
22-03-2022
El pasado sábado
19 de marzo, fiesta de san José, se promulgó la constitución apostólica
“Praedicate Evangelium” con la que Francisco cambia la organización de la Curia
Romana, sustituyendo la actual estructura establecida en 1988 por Juan Pablo
II. La reforma, que entrará en vigor el 5 de junio, fiesta de Pentecostés, es
importante y habrá que volver a hablar de ella, pero quizá ya se puedan hacer
algunas consideraciones tanto sobre el método (cómo se ha llegado al texto
actual) como sobre el contenido (qué idea de la Iglesia se desprende).
Los comentarios
hablan de una reforma compartida y participativa. Andrea Tornielli ha explicado
en Vatican news que es “el fruto de un largo trabajo colegial”. Sin embargo, es
difícil creer que haya sido así. De hecho, Francisco nunca ha convocado al
Colegio Cardenalicio para discutir los grandes temas de la vida de la Iglesia con
sus primeros colaboradores: los cardenales. Ni siquiera se ha hecho con ocasión
de los diversos consistorios para la elección de nuevos cardenales. La reforma
fue concebida en el seno de un consejo restringido de nueve cardenales que
posteriormente reducido a siete (uno de los cuales fue sustituido por
habladurías sobre él), cuyos miembros representan una única línea teológica y
pastoral y dos de los cuales –los cardenales Maradiaga y Marx- plantean
interrogantes desde varios puntos de vista. En general, por tanto, es difícil
hablar de “trabajo colegial”.
Durante su
pontificado, Francisco ha maltratado a la Curia Romana y en muchos casos la ha
ignorado directamente. Ha despedido y ha hecho despedir de improviso a gente,
ha desmentido a cardenales de la curia que no habían dicho más que lo que él
les había dicho, ha cambiado a los funcionarios de dicasterios enteros sin
decírselo al respectivo cardenal prefecto. A menudo no ha consultado al
Dicasterio para los Textos Legislativos antes de publicar algunos de sus
documentos, no ha sometido otros al criterio de la Congregación para la
Doctrina de la Fe como siempre se ha hecho, ha nombrado a muchos obispos sin
tener en cuenta las indicaciones de la congregación correspondiente. Es bien
sabido que en los últimos años el clima en la Curia Romana se ha vuelto muy
difícil y requiere una gran circunspección. Creo que es conveniente tener en
cuenta estos precedentes para entender el espíritu de la nueva reforma.
También puede ser
útil recordar algunos aspectos concretos. Algunas de las reformas establecidas
por el “Praedicate Envangelium” ya se han puesto en práctica, como la
unificación de varios Consejos Pontificios en un único Dicasterio. El motivo
era ahorrar dinero y ganar en eficiencia, objetivos que ahora también están en
la base de la nueva Constitución.
Pero, ¿es
realmente cierto que se ha conseguido ahorrar y racionalizar? El nuevo
Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral ha tenido un solo presidente (el
cardenal Turkson, que luego dimitió por razones que no se han aclarado) en
lugar de tres, pero todo el personal de los tres antiguos Consejos Pontificios
Justitia et Pax, para la pastoral de la salud y para los emigrantes seguía
siendo el mismo, y con las ineficiencias que toda fusión conlleva necesariamente.
Ahora la nueva Constitución establece la unificación de los Consejos
Pontificios para la Cultura y para los Laicos: se salvará un presidente, pero
es al menos dudoso que se pueda ir mucho más allá.
La reforma que más
llama la atención y se cuestiona este comentarista es la creación del nuevo
Dicasterio para la Evangelización, que incorpora la histórica Congregación para
la Evangelización de los Pueblos (Propaganda fide) fundada en 1622 por Gregorio
XV y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
establecido en 2010 por Benedicto XVI. El Prefecto de este nuevo Dicasterio (se
llamarán Congregaciones a partir de ahora) será el propio Francisco: “El
Dicasterio para la Evangelización está presidido directamente por el Romano
Pontífice”. Este aspecto de la reforma parece ser la principal novedad y vale
la pena hacer algunas observaciones al respecto.
El nuevo
Dicasterio para la Evangelización se sitúa en una posición eminente, y de hecho
la Constitución lo presenta en primer lugar. La Secretaría de Estado –que la
reforma no toca en cuanto a su organización interna, sino que la denomina
“secretaría papal”- ve reducida su importancia, dado que el jefe del nuevo
Dicasterio es el propio pontífice. Esto puede no ser una sorpresa si uno se
remonta a lo dicho anteriormente sobre cómo Francisco ha considerado a la Curia
en los últimos años.
Sin embargo, el
punto realmente central es otro. El Dicasterio para la Evangelización se sitúa
en una posición eminente también respecto a la Congregación, ahora Dicasterio,
para la Doctrina de la Fe. Esto significa, como afirma Domenico Agasso en
Vatican Insider, que el anuncio del Evangelio precede a la doctrina. Francisco
ha criticado a menudo la rigidez doctrinal y ha aconsejado no preocuparse por
hacer la propuesta cristiana respetando toda la doctrina. Considerar ahora que
la evangelización es anterior a la doctrina y que no está vinculada a ella de
manera esencial es un problema grave.
El anuncio debe
ser siempre también plenamente doctrinal porque la Doctrina es el mismo Cristo
que se anuncia, el Logos Eterno del Padre. Es cierto que la Iglesia definió
formalmente la doctrina después de su proclamación, en los concilios ecuménicos
de la antigüedad, pero la proclamación original en la fe apostólica ya contenía
toda la doctrina que se definió posteriormente.
El tema es
delicado y merece una atención cuidadosa. El problema es aclarar si de esta
manera la tesis teológica que prevalece hoy en día de la primacía de la
pastoral sobre la doctrina se aplica también a la estructura de la Curia. Eso
sería un problema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario