es un "don de Dios" para la Arquidiócesis de Madrid
Por Carlos Esteban
Infovaticana | 05 diciembre, 2020
La Pastoral Social de Madrid, parte de la Archidiócesis, se hace eco en su página web del último manifiesto de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX), de orientación jesuita, ‘Viviendo la unidad en la diversidad’, que constituye el más reciente indicio de su cesión ante el lobby LGTBI.
Para la CVX, reza el texto del manifiesto, es «un don de Dios estar formada por personas con orientaciones sexuales diversas» y «esta experiencia de diversidad en la Iglesia ha hecho brotar en la comunidad un profundo agradecimiento y alegría». Consciente, asimismo, de que «toda persona es, en su naturaleza, hija de Dios, creada a su imagen y semejanza», se ha comprometido «en el acompañamiento de estos procesos de fe e integración en la comunidad eclesial» y en la sensibilización y formación interna.
El manifiesto, adornado con los colores de la bandera LGTBI (que no son todos los del arcoiris: falta el azul de la Inmaculada), dice inspirarse en las palabras del Santo Padre en la exhortación Amoris Laetitia según la cual la Iglesia ha de hacer suyo «el comportamiento del Señor Jesús, que en un amor ilimitado se ofrece a todas las personas sin excepción» y, por ello, no cabe ningún «signo de discriminación injusta» hacia las «personas con tendencias homosexuales».
Pero van un paso más allá al aseverar que la discriminación es “siempre injusta”, lo que resulta ciertamente curioso ya que seleccionar para una atención especial a un grupo de fieles por su atracción sexual es exactamente eso, discriminar.
Es ciertamente original esta opción de clasificar y dar una pastoral específica a los fieles según sus tentaciones predominantes, aunque dudamos no solo de su eficacia, sino de que vaya a ampliarse a otros colectivos marcados por sus inclinaciones de la carne o el espíritu.
Parece, más bien, lo que cualquiera que viva hoy con los ojos medianamente abiertos deducirá en seguida: la más reciente rendición de un grupo católico a las modas ideológicas del siglo, sus taxonomías y sus grupos de poder.
Causa especial preocupación que esta iniciativa, que se apunta a la concepción antropológica de la homosexualidad como algo activamente querido por Dios, parte de la naturaleza esencial del individuo, sea oficialmente respaldad por un órgano perteneciente a un obispado católico, aunque no sea ya en absoluto excepcional y prospere en numerosas diócesis de Occidente.
Entendemos que cuando la CVX asevera que la diversidad de orientaciones sexuales es “un don de Dios” -como la pluralidad de religiones-, tendrá en cuenta muchas otras orientaciones que se salen del marco LGTBI, al menos del oficial, y que celebre con igual entusiasmo y valentía evangélica, con desprecio de la opinión del siglo, otras tendencias sexuales cuyos adeptos sufren una discriminación mucho más evidente que los homosexuales. Tanta, de hecho, que aún no hemos visto una sola pastoral que los acoja como colectivos.
Esta carencia nos lleva a concluir que, como en tantas otras cosas, estos ‘grupos cristianos’ aplaudidos por la jerarquía esperarán que la ideología secular dominante dé el definitivo visto bueno a las diversas tendencias olvidadas para atender de inmediato a sus necesidades pastorales específicas. Porque de un tiempo -largo- a esta parte, en tantas cosas los pastores de la Iglesia de Cristo siguen humildemente la senda moral que le marcan sus tradicionales enemigos.
Refresca, por contraste, leer las palabras del cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, en su primera predicación de Adviento este viernes 4 de diciembre, en el Aula Pablo VI ante el Papa y otros prelados: “¡Ay de los que mueran en pecado mortal!”. De algún modo, suena más distintivamente católico y urgente.
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