La vacuna y los
fetos abortados
La traición del
Vaticano
Ricardo Cascioli
ECCLESIA,
29-12-2020
Incluso en el
Vaticano se distribuirá una vacuna para cuya fase de prueba se han usado líneas
celulares de fetos abortados. Ayer mismo el presidente de la Academia
Pontificia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, brindó por el Día Europeo de
la Vacuna hablando de “una luz que se enciende en un túnel hasta ahora muy
oscuro”. Es una “campaña vacunal” en la que debemos enmarcar la decisión de no
querer negar la interpretación que todos los medios de comunicación han dado al
documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, que la
Iglesia acepta las vacunas hechas a partir de las células de fetos abortados.
Una elección muy grave que tendrá repercusiones dramáticas para la defensa de
la vida.
Resumen: El pasado
21 de diciembre, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) publicó una
“Nota sobre la moralidad del uso de ciertas vacunas anti-Covid-19”. Esta Nota
es la respuesta a las preguntas recibidas sobre las vacunas “desarrolladas
recurriendo, en el proceso de investigación y producción, a líneas celulares
derivadas de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado”.
La CDF resume lo
que la propia CDF y la Academia Pontificia para la Vida ya habían explicado en
el pasado: el uso de estas vacunas es lícito en casos de necesidad y si no hay
alternativas éticamente irreprochables, sin perjuicio de la condena del aborto
y la oposición moral al “uso de líneas celulares derivadas de fetos abortados”.
Y también sin perjuicio de la petición a las compañías farmacéuticas y a las
agencias gubernamentales de salud para que encuentren vacunas éticamente
aceptables. Punto. En los artículos anteriores hemos tratado de explicar la
continuidad en principio de este documento con respecto a los anteriores a los
que se refiere explícitamente.
Obviamente podemos
discutir sobre la forma en la que se ha escrito este documento, se pueden
discutir las prioridades expresadas por esta nota en comparación con los
documentos anteriores y el contexto diferente en el que surgen (lo hacemos en
otro artículo). También hay que tener en
cuenta que por primera vez un documento del Vaticano declara explícitamente que
no es admisible la vacunación obligatoria.
Pero dejemos todo
esto a un lado por un momento. Veamos, en cambio, otro aspecto muy importante:
cómo se ha recibido y comunicado el contenido del documento. En los medios de
comunicación de todo el mundo el mensaje transmitido es que ha habido un cambio
en la Iglesia, que ahora “juzga moralmente permisibles las vacunas
desarrolladas a partir de células de fetos abortados”.
Un mensaje muy
grave, aunque sólo afectara a la cuestión de las vacunas anticovid: legitimaría
el uso de las que son éticamente inaceptables incluso sin el estado de
necesidad y mientras se espera la autorización de otras vacunas que no
presentan el mismo problema.
Pero la cosa es
aún más grave si se tiene en cuenta que se están estudiando varios fármacos
para la investigación con líneas celulares de otros fetos abortados, y que
existe una fuerte presión para liberalizar la investigación sobre los embriones
(algo que ya está ocurriendo en parte). El mensaje que se ha presentado –más
allá de lo que realmente está escrito en la Nota- constituye así el cambio de
tendencia de lo que la Iglesia siempre ha mantenido y un verdadero desastre en
lo que respecta a la defensa de la vida.
Si se tratara
realmente de resumir lo que la Iglesia siempre ha dicho sobre este tema, sería
evidente -frente a la enorme manipulación e instrumentalización de un
documento- una negación inmediata, rápida y clara que no deje lugar a
malentendidos. Pero no ha sido así. Por parte de la Santa Sede y de la CDF sólo
silencio. Y, a decir verdad, no es la primera vez que esto sucede.
Pero las
implicaciones de este silencio son muy graves: todos, incluidos los creyentes,
acabarán pensando que la Santa Sede –y el propio Papa, que ha aprobado la
publicación de la Nota- en realidad tenía la intención de despejar el camino
para el uso de células de fetos abortados con fines médicos. Todo el mundo
tiene derecho a pensar que ahora la ley del “fin justifica los medios” se
aplica también en el Vaticano. Y esto ciertamente no puede haber escapado a la
atención de quien se encarga de la comunicación del Vaticano, dado que estamos
hablando de un periodista experto. El silencio en este caso -por parte de todos
los organismos competentes- sólo puede ser complicidad con aquellos que
conciben los fetos y embriones sólo como material biológico para ser usado a su
antojo, complicidad con aquellos que atacan la vida.
Pero esto no acaba
aquí por desgracia: de hecho, todo el asunto es parte de una campaña de
“martilleo vacunal” del Vaticano que empezó hace meses y que dirige el propio
Papa Francisco en persona, una campaña que ha contribuido no poco a revestir de
mesianismo la espera de la vacuna. Incluso ayer, el día de la Vacuna para toda
la Unión Europea, un triunfador monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la
Academia Pontificia para la Vida, habló de “una luz que se enciende en un túnel
hasta ahora muy oscuro” y de “un día histórico que subraya la responsabilidad
de la ciencia, la política, la moral y la justicia”.
Sin embargo, las
repetidas intervenciones del Papa han desplazado el tema de debate al modo de
distribución de la vacuna, en vez de hablar sobre el aspecto moral, el modo de
aplicación, su seguridad o su eficacia. Es decir, lo importante es que se
distribuya a todos, sobre todo a los pobres, a los vulnerables. Lo ha reiterado
una vez más el día de Navidad, en el mensaje Urbi et Orbi, cuando ha dicho que
las vacunas son “luces de esperanza” si están “a disposición de todos”,
especialmente “para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del
planeta”.
Y, por tanto, he aquí que en enero comenzará la
campaña de vacunación en el Vaticano –tal y como ha explicado el Director de
Salud de la Gobernación, Andrea Arcangeli, a Vatican News- con el producto de
la farmacéutica Pfizer, que es precisamente una de las vacunas para las que se
han utilizado las líneas celulares incriminadas en la fase de prueba. Sin
esperar la llegada de otras vacunas “éticamente irreprochables” y sin siquiera
plantear una duda sobre la necesidad real o la seguridad y eficacia reales.
Y es que, frente a
los hechos, las palabras se las lleva el viento.
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