La liturgia no se diseña por decreto
Brújula cotidiana,
11-12-2020
En breve se
publicará el Misal Romano en el rito zaireño, el primer Misal inculturado, que
puede ser un preludio del próximo rito amazónico. Pero hay dos riesgos en esta
operación: introducir elementos paganos y producir una nueva liturgia con un
objetivo de política eclesiástica en lugar de un objetivo de misión. Sobre este tema ya advirtió Benedicto XVI:
“Una liturgia no nace por medio de decretos”.
La inculturación
de la liturgia es un gran problema. ¿Es necesario partir de las culturas o de
la liturgia de la Iglesia? Responder “de ambos” no es una solución sino una
laguna. Entre los dos elementos sólo uno debe ser el que ordena, de lo
contrario obtenemos un enfoque meramente exterior. Ya sobre este tema habló
claro Benedicto XVI: “Una liturgia no nace por medio de decretos”.
El tema, muy
típico del post Concilio, está ahora de nuevo en el centro de atención con la
liturgia en el rito zaireño. De hecho está a punto de publicarse el libro sobre
el Misal Romano en el rito zaireño, el primer Misal inculturado. El primero
pero seguramente no el único ni el último. En el prefacio del libro, el Papa
Francisco anuncia que el próximo paso será el Misal en el rito amazónico: “El
caso del rito zaireño sugiere un camino prometedor también para la eventual
elaboración de un rito amazónico”. En la Exhortación Querida Amazonia, de
hecho, había escrito que era necesario “reunir en la liturgia muchos elementos
propios de la experiencia de los nativos en su contacto íntimo con la
naturaleza y estimular las expresiones nativas en el canto, la danza, los
ritos, los gestos y los símbolos”. Así que una cosa sí es cierta: el rito
zaireño es sólo el primer paso de un proceso a largo plazo.
Es fácil ver los
dos grandes peligros que hay detrás de estas inculturaciones. La primera es que
“reunir en la liturgia los elementos propios de la experiencia de los nativos”
también significa asumir elementos paganos. La segunda es que tal operación
“apesta” a una comisión que trabaja en una mesa y produce una nueva liturgia
adecuada a sus propios objetivos de política eclesiástica más que de misión.
Joseph Ratzinger
también se ocupó del tema, pero propuso un camino muy diferente del que ahora
parece haber comenzado con el rito zaireño y que continuará con otros ritos
hasta el resultado final de una liturgia para cada cultura. En 1977, en una
entrevista con la revista “Communio”, posteriormente utilizada para la obra Das
Fest des Glaubens, Ratzinger tocó precisamente este tema. Incluso entonces
mucha gente apoyó la adaptación de la liturgia a las culturas locales en las
tierras de misión. Se pensaba que una liturgia que contenía formas expresivas u
oraciones de origen local podía acercar a esos pueblos a la fe católica.
Ratzinger, sin
embargo, decía lo contrario: “Una liturgia no nace por medio de decretos, y uno
de los defectos de la reforma litúrgica posconciliar se encuentra sin duda en
el celo profesional con el que se construyó en la mesa lo que supondría el
crecimiento de la vida. Sólo cuando y en la medida en que se haya formado una
sólida identidad cristiana en los países de misión, se podrá, sobre la base de
ésta, pasar con cautela a cristianizar las formas preexistentes, a fusionar el
elemento cristiano con las formas de la vida cotidiana”.
Estas son
observaciones de importancia fundamental. Si prevalece la intención
inmediatamente pastoral, se intentará cambiar la liturgia para satisfacer a las
poblaciones nativas. La urgencia pastoral exigirá que se haga rápidamente y,
por lo tanto, comisiones de expertos se reunirán para tocar la liturgia,
transformándola en un instrumento pastoral mientras que, en realidad, es el
encuentro entre la tierra y el cielo. El pensamiento no puede dejar de ir al
mismo paso que ha tenido lugar no en tierras de misión, sino aquí, en las
tierras de la antigua religiosidad cristiana después del Concilio. El patrón es
el mismo, con la diferencia de que aquí la intención pastoral se dirigía al
hombre moderno y allí a la población nativa pagana.
La propuesta de
Ratzinger sugería no abandonar la liturgia romana ni siquiera en tierras de
misión y proceder -¡con gran precaución!- para “cristianizar las formas
preexistentes” sólo cuando la identidad católica de esas comunidades estaba
bien formada.
Cabe destacar el
enfoque diferente del Papa Francisco y de Ratzinger en este punto específico.
Francisco habla de “reunir” en la liturgia muchos elementos preexistentes en la
cultura local. La expresión invita a agachar la cabeza y recoger lo que está
ahí tal como está. Ratzinger, por otro lado, hablaba de “cristianizar” las
formas preexistentes. En el primer caso, las costumbres culturales entran en la
liturgia tal como son y en la medida en que lo son, en el segundo caso son
eventualmente retomadas pero después de ser reanimadas por el anuncio
cristiano. La primera posición presupone la idea de que ya son de alguna manera
cristianos, la segunda asume los elementos naturales de las culturas no
cristianas, pero después de purificarlos de los elementos idólatras y paganos
que se les han superpuesto.
Volver a
reflexionar hoy sobre estos problemas significa también volver con el
pensamiento a la reforma litúrgica post-conciliar. En ella, como Ratzinger dijo
en muchas ocasiones, se enfrentaron estas dos visiones. Una visión según la
cual la liturgia tenía que asumir la historia, la experiencia, el lenguaje, la
expresividad del mundo y adaptarse a todo esto aceptándolo como bueno en sí
mismo. Y otra visión que sostenía que, por el contrario, la liturgia podía
iluminar la vida concreta situada en un determinado contexto histórico si en
ella actuaba un rayo trascendente no para aplastarla, sino para iluminar su
verdad interior y hacerla, por tanto, renacer.
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