Por: P. Miguel
Ángel Fuentes, V.E.
| Fuente: El Teólogo Responde
¿Suceden realmente
las posesiones diabólicas? ¿Cómo identificarlas diferenciándolas de algún tipo
de psicopatología? ¿Cómo funciona y cómo se realiza un exorcismo? ¿Puede ser
alguien poseído por el demonio en contra de su voluntad?
1. Los elementos
constitutivos de la posesión diabólica
Dos elementos
constituyen la posesión, explica Tanquerey[1]: la presencia del demonio en el
cuerpo del poseso, y el imperio que ejerce sobre el cuerpo, y, por medio de
éste, en el alma. No está el demonio unido con el cuerpo como unida con el
cuerpo está el alma; con respecto al alma no es sino un motor externo, y, si
obra en ella, es por medio del cuerpo en el que habita. Puede obrar
directamente en los miembros del cuerpo, y hacerlo ejecutar toda clase de
movimientos; indirectamente obra en las potencias, en cuanto éstas dependen del
cuerpo para sus operaciones.
Pueden
distinguirse en lo posesos dos estados diferentes; el de la crisis y el de la
calma. La crisis es a manera de acceso violento, en el que el demonio
manifiesta su imperio tiránico produciendo en el cuerpo una agitación febril
que se manifiesta en contorsiones, en grito de rabia, en palabras impías y blasfemias.
Los pacientes pierden entonces, al parecer, todo conocimiento de lo que pasa en
ellos, que dijeron o hicieron, o mejor, de lo que hizo el demonio por medio de
ellos. Solamente en el comienzo sienten la irrupción del demonio; luego parecen
perder la conciencia. Esta regla, sin embargo, tiene sus excepciones.
En los intervalos
de sosiego no hay por dónde se pueda descubrir la presencia del espíritu
maligno; diríase que se fue. Mas a veces, sin embargo, manifiéstase su
presencia, por una especie de enfermedad crónica que desconcierta todos los
remedios de la ciencia médica.
A menudo ocurre
ser muchos los demonios que poseen a una sola persona; lo cual demuestra cuán
poca posesión pueden. De ordinario la posesión no se verifica sino en los
pecadores; pero hay excepciones.
2. Las señales de
la posesión
Como hay
enfermedades nerviosas y monomanías o casos de enajenación mental, que se
asemejan, en sus manifestaciones a la posesión diabólica, importa mucho indicar
las señales por las que podemos distinguirla de dichos fenómenos morbosos.
Según el Ritual
Romano, tres son las señales principales para conocer la posesión diabólica:
a) El hablar
lenguas no sabidas. Para comprobarlo bien, es menester estudiar a fondo el
sujeto; ver si, en tiempos pasados, tuvo ocasión de aprender algunas palabras
de dichas lenguas; si, en vez de articular algunas frases sueltas aprendidas de
memoria, habla y entiende una lengua que en verdad no conocía.
b) La revelación
de cosas ocultas, sin medio natural que lo explique. También en esto es
menester una profunda investigación; cuando se tratare de cosas lejanas, será
menester estar seguros de que no puede saberlas el sujeto por ningún medio
natural; cuando de cosas futuras, hay que esperar que se cumplan para ver si
suceden exactamente como se había anunciado y si son bastante determinadas de
manera que no dejen lugar al equívoco. Luego de comprobado el hecho a
conciencia, aún queda por ver si ese conocimiento preternatural procede del
bueno o del mal espíritu, según las reglas para la discreción de espíritus; y
de un espíritu maligno presente a la sazón en el poseso.
c) El uso de
fuerzas notablemente superiores a las naturales del sujeto, habida cuenta con
su edad, su adiestramiento, su estado morboso, etc.; realmente hay casos de
sobreexcitación, en los que se duplican las energías. El fenómeno de la
elevación en el aire, cuando se ha comprobado enteramente, es preternatural;
hay casos en los que, teniendo en cuenta las circunstancias, no se puede
atribuir a Dios ni a sus ángeles, se ha de tener por señal de intervención
diabólica.
A estas señales
pueden añadirse las que se deducen de los efectos causados por el empleo de los
exorcismos o de las cosas sagradas, especialmente de las que se aplican a
escondidas de los que se piensan que están posesos. Ocurre, por ejemplo, que
cuando se les aplica alguna cosa santa, o se recitan por ellos las preces
litúrgicas, les acometen crisis de indecible furor, y blasfeman horriblemente.
Mas esta señal no es cierta sino cuando se hace todo eso sin saberlo el
paciente; si se dan cuenta de ello, pudiera ser que se enfurecieran, ya por el
horror que les causa todo lo que a la religión se refiere, ya por fingimiento.
No se ha de
admitir, pues, de buenas a primeras la posesión, y nunca seremos harto
prudentes antes de resolver.
3. Diferencia
entre la posesión y los trastornos nerviosos
Las experiencias
hechas con personas atacadas de enfermedades nerviosas han demostrado haber
cierta analogía entre sus estado morbosos y los gestos de los posesos. No hay
para maravillarse de esto: el demonio puede producir ora enfermedades
nerviosas, ora fenómenos exteriores análogos a los de los nerviosos. Ésta es
una razón más para ser muy cauto en el juicio acerca de lo casos que se dicen de
posesión.
Mas estas
analogías son únicamente en los gestos exteriores, que, de suyo, no bastan para
probar la posesión. Jamás se supo de neurótico alguno que hablara lenguas no
sabidas, que revelara los secretos del corazón, o que vaticinara el porvenir con
precisión y certeza. Éstas son, según dijimos, las señales verdaderas de la
posesión; cuando faltaren todas ellas, puede juzgarse que no hay sino una
sencilla neurosis. Cuando alguna vez se equivocaron los exorcistas, fue por
apartarse de las reglas que señala el Ritual. Para evitar engaños, conviene que
examinen el caso, no solamente sacerdotes, sino también médicos católicos.
4. Remedios contra
la posesión
Los remedios son,
en general, cuantos pueden debilitar la acción del demonio en el hombre, purificar
el alma y fortalecer la voluntad contra las acometidas diabólicas; de modo
especial los exorcismos.
1) Remedios
generales
a) Uno de los más
eficaces es la purificación del alma por medio de una buena confesión, sobre
todo de una confesión general, que moviéndonos a humildad y santificándonos,
hace huir el espíritu soberbio e impuro. El Ritual aconseja añadir a esto el
ayuno, la oración y la sagrada comunión. Cuanto más límpios de alma y
mortificados estemos, tanto menos tendrá en nosotros parte el demonio; y la
sagrada comunión pone dentro de nosotros al que venció a Satanás. Sin embargo,
la sagrada comunión no ha de recibirse sino en los momentos de calma.
b) Los
sacramentales y los objetos benditos tienen también mucha eficacia. Por razón
de las oraciones que ha recitado la Iglesia al bendecirlos. Santa Teresa tenía
especial confianza en el agua bendita, y bien fundada, porque la Iglesia le da
la virtud de ahuyentar el demonio. Pero se ha de usar de ella con espíritu de
fe, humildad y confianza.
c) El crucifijo,
la señal de la cruz. Y sobre todo, las reliquias auténticas de la vera cruz son
espantables para el demonio que fue vencido por la cruz: “et qui ligno
vincebat, in ligno quoque vinceretur”. Por la misma razón teme mucho el
espíritu maligno la invocación del santo nombre de Jesús, que, según la promesa
del Señor, tiene maravilloso poder para poner en fuga el demonio.
2) Los exorcismos
El Catecismo de la
Iglesia Católica afirma sobre el exorcismo: «Cuando la Iglesia pide
públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un
objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su
dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (Mc 1,25ss), de Él tiene la
Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (Cf. Mc 3,15; 6,7.13; 16,17).
En forma simple,
el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne
sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En
estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las
reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los
demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que
Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades,
sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es
importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una
presencia del Maligno y no de una enfermedad» (Catecismo de la Iglesia
Católica, nº 1673).
Por su parte el
Código de Derecho Canónico establece: «Sin licencia peculiar y expresa del
Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los
posesos. El ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un
presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida» (Código de
Derecho Canónico, 1172).
¿Es posible que el
demonio posea a una persona contra su voluntad y libertad?
Ciertamente que
puede suceder.
Se dan los dos
casos: aquel en el que un pecador ofrece su persona al diablo (y como resultado
se da un caso de posesión diabólica) y aquel en el que el demonio entra contra
la voluntad del poseso. En este segundo caso, a su vez, puede ocurrir que la
persona posesa haya merecido la posesión como castigo de sus pecados (suele a
veces darse como consecuencia de jugar con cosas de superstición), o bien que
sea una permisión divina para más santificar a una persona.
Conocido es el
caso, en el siglo XIX del Padre Surin, poseído por el demonio mientras él mismo
realizaba una serie de exorcismos; sus memorias, al respecto, han sido muy
valiosas para mostrar cómo el demonio no tiene ninguna influencia sobre la
voluntad del poseso, a menos que éste consienta sus tentaciones; su acción
directa se limita a la esfera de lo corporal.
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